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La Planta de la Resistencia: Cannabis y el Legado Colonial en el Sur Global

Introducción: Más que una planta, un símbolo de resistencia

La cannabis ha sido muchas cosas a lo largo de la historia: medicina, ritual, sustancia prohibida, y ahora, un producto rentable en los mercados legales. Pero hay un aspecto que pocas veces se discute: su papel como símbolo de resistencia frente a siglos de colonización. En este artículo, exploramos cómo la cannabis ha sido una herramienta de lucha, memoria y dignidad para los pueblos del Sur Global.

Cannabis y colonialismo: una historia de represión

Durante la expansión colonial, las potencias europeas no solo impusieron su lengua, religión y economía. También criminalizaron las prácticas culturales y espirituales de los pueblos originarios, entre ellas, el uso tradicional de la cannabis.

En muchos países de África, Asia y América Latina, el uso de la planta era común y respetado. Sin embargo, el colonialismo impuso un nuevo orden moral donde la cannabis fue clasificada como “salvaje”, “pecaminosa” o “perjudicial”, desligándola de su contexto ancestral y espiritual.

Prohibición y racismo: el legado que persiste

Las leyes antidrogas surgidas en los siglos XIX y XX no fueron neutrales. Al contrario: se utilizaron como herramientas de control social y racial. En países como Sudáfrica, India o Brasil, las personas racializadas fueron las más perseguidas por el simple hecho de mantener sus costumbres tradicionales con cannabis.

Incluso hoy, en pleno siglo XXI, el legado de estas políticas coloniales sigue vivo. Mientras las empresas multinacionales del Norte se enriquecen con la legalización, las comunidades del Sur continúan siendo criminalizadas por plantar, consumir o compartir cannabis según sus costumbres.

Cannabis como acto de resistencia cultural

En contextos de opresión, cultivar o consumir cannabis ha sido, y sigue siendo, un acto de rebeldía. Desde los rastafaris en el Caribe hasta los campesinos marroquíes del Rif, pasando por comunidades indígenas en América Latina, la planta ha servido como una forma de mantener viva la identidad cultural y espiritual frente a la hegemonía occidental.

Reivindicar la cannabis es también reivindicar una forma de ver el mundo basada en la conexión con la tierra, el respeto al cuerpo y la comunidad como fuente de saber.

Sur Global: centro de conocimiento, no periferia

El Sur Global no es un lugar de atraso o marginalidad, como muchas veces se pinta en los discursos dominantes. Es un espacio de innovación ancestral, de resistencia histórica y de sabiduría profunda. Desde aquí, surgen nuevas formas de entender la planta, no como mercancía, sino como medicina, guía espiritual y símbolo político.

En este contexto, la cannabis representa una posibilidad de sanar heridas coloniales y abrir caminos hacia una justicia social y ecológica real.

Legalizar no es suficiente: hay que reparar

Legalizar el cannabis sin reconocer a las comunidades que han sido oprimidas durante siglos es continuar con la misma lógica colonial. Por eso, muchas voces del Sur exigen que la legalización venga acompañada de:

  • Reparación histórica para agricultores y pueblos originarios
  • Acceso justo a licencias de cultivo y comercialización
  • Reconocimiento de los usos tradicionales y espirituales
  • Eliminación de antecedentes penales por delitos menores relacionados con cannabis

Conclusión: la resistencia florece… con raíces profundas

La cannabis es, ha sido y seguirá siendo una planta de resistencia. Su historia está tejida con hilos de dolor, pero también de orgullo, dignidad y esperanza. Desde el Sur Global, el llamado es claro: no más extractivismo disfrazado de legalización.

Es tiempo de escuchar a quienes han cuidado la planta por generaciones, no solo para reparar el pasado, sino para construir un futuro donde la cannabis florezca con justicia, memoria y libertad.

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